A pesar del paso del tiempo, de los cambios y de la velocidad con que se transforman las ciudades, en el casco antiguo de Barcelona, hay calles que albergan el recuerdo de lo que un día fue esta maravillosa zona. Ni el paso del tiempo lo ha podido borrar. Hoy os contamos las historias de algunas calles de Barcelona, dando un paseo por nuestro casc antic.
LA DUDA
Cuentan que la duda se instaló en una pequeña placita del Raval, junto a la Ronda de Sant Antoni, entre el carrer de la Cendra (de la ceniza) y el carrer del Príncep de Viana, a principios del siglo XX. Y allí sigue instalada pasados los años. La historia de la calle del Dubte forma parte de la historia de la ciudad, de la historia de las personas que la habitaron y la construyeron con su esfuerzo. El carrer del Dubte está junto al paseo donde se encontraba parte de las antiguas murallas de la ciudad y uno de sus portales de entrada. Más allá, a principios del siglo XX, sólo se extendía un paisaje de huerta y campos de cultivo, la zona debía ocupar el actual Ensanche hasta los pueblos vecinos de Sants, Sarrià y Gracia, según el etnólogo Joan Amades. Parece que una disputa entre payeses sobre la propiedad del agua que manaba de una fuente que había en la mitad de la calle, y que cada uno de ellos reclamaba, es el origen del nombre de esta calle. La disputa duró mucho tiempo y las investigaciones llevadas a cabo para saber de dónde venía el chorro de agua que salía de la controvertida fuente que había en ese lugar, no dieron sus frutos. Las comprobaciones no dieron ninguna conclusión fiable, así que la cosa quedó en la duda.
GAUDÍ Y LA CENDRA
La calle de la Cendra, muy cerca de donde quedó instalada la duda en el Raval, también esconde anécdotas que muy pocos conocen. Dicen que un joven Antonio Gaudí colaboraba ya, mientras terminaba sus estudios de Arquitectura, con algunos de los que fueron sus maestros. En estas primeras prácticas recibió también sus primeros encargos. Es en esta época cuando visita con frecuencia los talleres del ebanista Eudald Puntí y del escultor Llorenç Matamala, en la calle de la Cendra de Barcelona. Ambos artistas, que se convertirán en fieles colaboradores de Gaudí, le enseñaron entonces los secretos de las artes aplicadas a la arquitectura. El periodista Aureli Vázquez, coautor del libro La Barcelona invisible, reconoce con sorpresa que le impactó que en una ciudad tan gaudiniana como Barcelona no hubiera “ni una sola placa que recuerde que Gaudí se formó en un taller de la calle de la Cendra, 8, en el Raval, donde además conoció a Güell”.
AGUA EN LAS CALLES DEL BORNE
Para los que caminan habitualmente por las angostas calles del Borne, puede parecer imposible que una vez fluyera el agua por esta zona, hoy llena de restaurantes, bares y tiendas. El canal de agua construido a fines del siglo X tuvo el propósito de abastecer las abundantes zonas agrícolas de la Barcelona de aquella época: el conocido como el Rec Comtal es hoy un túnel en el tiempo que transporta al barcelonés hacia un pasado tan desconocido como impresionante. Muy cerca del Arc de Triomf, en el carrer del Rec Comtal, salió a la luz, durante unas obras, uno de sus tramos y lo que podía ser un puente. Sin embargo, la visita al Rec Comtal es complicada, pues en los tramos que atraviesan Barcelona sólo quedan vestigios. El lugar ideal para apreciar los restos es el Centre Cultural del Born, donde se exponen 30 metros del canal junto a lo que alguna vez fueron calles y casas aledañas en el barrio La Ribera.
UN FOSA PARA EL RECUERDO
Los orígenes del Foso de las Moreras datan del siglo XII, cuando el párroco de la iglesia de Santa María del Mar, necesitado de un lugar cercano a su parroquia para enterrar a sus fieles, solicitó al potentado y burgués Bernat Marcús la donación de un terreno adyacente a la iglesia, que era de su propiedad. Después de meditarlo largamente, el potentado le cedió el solar, pero con la condición de que en el plazo máximo de 15 días se debía haber enterrado en su solar a algún feligrés de Santa María. Pero el plazo pasó sin que sin que se produjera ningún fallecimiento, por lo que Marcús se dirigió a la iglesia para anular la donación realizada. Cuando llegó, bajo las moreras que adornaban la plaza, un fulminante ataque al corazón acabó con su vida, siendo el propio donante quien inauguró el cementerio.
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